08/06/2021

Esta jiennense participa en el programa ‘Fomento de la Vida Independiente a través de la Asistencia Personal’ de CODISA PREDIF Andalucía. El trabajo de esta mujer con discapacidad sirve para impulsar la autonomía y la participación social de personas en situación de dependencia

Se llama Mari Paqui y asegura que ha encontrado un sentido a su vida. Le ha costado, sí. Pero al fin lo tiene claro: “Mi vida no ha sido fácil, pero he encontrado un sentido a todo esto, un propósito. He tenido que pasar por mucho para darme cuenta de que mi propósito es ayudar a otras personas”.

Mari Paqui Espín, 36 años recién cumplidos, madre de una niña y de un niño, de Aldea Hermosa de Montizón (Jaén) y residente en la capital jiennense, trabaja como asistente personal. Ayuda a personas con discapacidad en situación de dependencia a poder gozar de autonomía. “Una asistente personal es una persona que ayuda a otra a que pueda hacer su propia vida. Es como una autoayuda. Estás a disposición del usuario”, cuenta Mari Paqui, que antes fue auxiliar de enfermería atendiendo sobre todo a mayores. También trabajó con niños y niñas saharauis con discapacidad. Su vida no ha sido fácil, ya verán…

Antes de explicarlo cuenta que descubrió la asistencia personal gracias a ASPAYM Jaén hace unos años. Ahora participa también en el programa ‘Fomento de la Vida Independiente a través de la Asistencia Personal’, una iniciativa de CODISA PREDIF Andalucía, la Confederación de Entidades de Personas con Discapacidad Física y Orgánica. Trabaja con Alberto, 33 años, más de un 90% de discapacidad. “Tiene que vivir, tiene que salir” dice de Alberto Mari Paqui. Y en eso emplean principalmente el tiempo que pasan juntos. “Vamos al cine, a la bolera, a tiendas para probarse sombreros… A dar paseos por el bulevar para tomar un helado. Cosas que él solo no puede hacer”.

Mari Paqui Espín acompañando a Alberto

“Mi enfermedad es la que de verdad me ha cambiado la vida”

Bullying, discriminación laboral… Nada de esto es ajeno, seguramente, a lo vivido por gran parte de los hombres y mujeres con alguna discapacidad. Pero ocurre que a ella, a los 18 años, cuando lidiaba con todas estas dificultades externas que desencadenaron episodios de depresión, le detectaron también Esclerosis Múltiple. Una enfermedad con la que lleva conviviendo ya media vida, que es degenerativa pero que está controlada y sobre la que no le gusta hablar demasiado. “Perdí la vista de un ojo. Con los tratamientos se me cae el pelo, tengo dolores, a veces se me traba la lengua con algunas palabras…”. Pero Mari Paqui no lo cuenta con amargura. Dibuja sonrisas que salpican su relato de optimismo a pesar de todo. Es la paz de quien por fin aprendió a quererse.  

“Yo no soy de estar sentada. Es que cuando tú tienes problemas te cambia la vida. Mi enfermedad es la que de verdad me ha cambiado la vida. No sé lo que estar por venir. Por la Esclerosis un día puede que tenga que estar en el sofá. Pero ahora me levanto y disfruto”.

Y disfruta de su trabajo como asistente personal. Disfruta de cada paseo con Alberto, de su cara de satisfacción al hacer cosas que hasta ahora él no podía. Ella, que lo ha pasado mal, puede ponerse en su piel. “Tiene que salir, tiene que vivir. Tiene derecho a hacerlo”. Ella, que vive con Esclerosis Múltiple pero que se siente hoy fuerte, ha encontrado su propósito en la vida. “Me siento útil, siento paz cuando ayudo a otra persona”.

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